domingo, 18 de octubre de 2015

Historias de amistad-Parte VII

Mi amiga de la infancia

 Habíamos sido tan amigos, como hermanos, que nunca la vi como algo más que eso.


Hacía mucho tiempo que no me sentía tan lleno de vida y es que ella me lo da todo, y más, es más de lo que nunca pude soñar y desear, la mujer de mi vida, conmigo, y felices…
Nos conocíamos desde siempre, desde pequeños, éramos vecinos y jugábamos juntos en la urbanización donde vivían nuestros padres, que también eran amigos además. Por lo que nos veíamos a todas horas y siempre estábamos juntos. Según fuimos creciendo nuestros grupos de amigos en el instituto fueron diferentes y eso nos distanció un poco, nos veíamos en la urbanización, o si íbamos a cenar algún día a casa de ellos o ellos de la nuestra, pero nos distanciamos bastante. Es verdad que las chicas maduran más rápidamente que los chicos, y ella y sus amigas salían de otra forma a como lo hacíamos nosotros, sólo preocupados por jugar a fútbol y videojuegos.
Yo sinceramente nunca me fijé en ella como chica, en el sentido de que habíamos sido tan amigos, como hermanos, desde críos, que nunca la vi como algo más que eso, y ella a mí tampoco, era como si fuésemos primos, vamos, que no había ninguna “tensión” extraña entre nosotros. De hecho, ella a los 16 años o así se echó un novio, yo lo conocía y nos llevábamos genial, bueno, que no había ni celos ni nada raro, cada uno hacía su vida, sólo éramos amigos.
Cuando terminamos el instituto ella se fue a estudiar fuera de nuestra ciudad y yo me puse a trabajar, me compré un piso y me fui de casa de mis padres, por lo que cuando ella venía algún fin de semana o vacaciones no la veía. Se perdió mucha relación, esto pasó hace bastantes años y no había tantas comunicaciones como ahora, el móvil y poco más, ni whatsapp, redes sociales, nada, era más sencillos ir perdiendo contacto un poco también sin querer, por dejadez, no sé, vas haciendo tu vida.
Pasaron los años, yo seguí en nuestra ciudad, tuve pareja durante mucho tiempo y fui muy feliz. Mi vida era tranquila, normal, trabajo, casa, mi chica… Y todo se desbarató el día de Navidad de hace un par de años cuando fui a comer a casa de mis padres y me encontré con ella en la puerta de entrada, cuando ella iba también a comer a casa de los suyos. De repente, todo mi mundo se revolvió: vi a la chica más hermosa que había visto nunca, con una sonrisa perfecta, una mirada increíble, no podía ser, mi amiga, mi casi hermana, de repente aparecía ante mí de forma totalmente diferente. Me sorprendió mucho descubrirla de esa forma y me asusté. Hablamos un poco, poco, conversación de besugos, cómo va la vida, va bien, sí, feliz navidad, poca cosa más.
Llegué a casa de mis padres totalmente descolocado, no me la sacaba de la cabeza (yo estaba aún con mi novia de entonces). Y para colmo, después de comer, llamaron a la puerta y eran sus padres y ella con sus hermanos que venían a tomar café. Yo nervioso, no conseguía hablar cosas normales ni coherente, fui un tonto, y ella, ella era perfecta…
Pasaron los días y yo me moría de ganas de verla, tomarme un café con ella, y mi relación con mi novia, nunca sabré si fue por eso o porqué, fue cayendo en picado hasta terminar en ruptura. Yo me estaba volviendo loco, no podía dejar de pensar en ella y bueno, realmente sé que la cosa estaba mal desde hacía tiempo, quizá fue el “empujón” que necesitaba para dejar aquella relación que no llevaba a ninguna parte.
Sé que fue el destino el que quiso que nos volviésemos a encontrar, esta vez, en un bar del barrio. Me contó que se había quedado sin trabajo en la ciudad donde vivía y había decidido volver a la nuestra a buscar algo. Estuvimos hablando durante horas, y horas, recordando cómo jugábamos de pequeño, las aventuras que pasamos y lo bien que nos lo pasábamos entonces, fue divertidísimo. Y yo.. yo ya estaba totalmente enamorado de ella, seguía siendo aquella niña con la que jugaba, la conocía tan bien… era como si nunca nos hubiésemos separado.
Después de varios cafés y alguna cena llena de intenciones nuestras vidas se unieron para siempre y ahora me siento el hombre más feliz del mundo teniendo al lado a la mujer más maravillosa.
Te amo, Rosa.


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